
A María,
que hoy hace una semana que ya no está con nosotros.
Aceptamos la vida como un derecho propio. Creemos que nos pertenece y que no la perderemos hasta que seamos ancianos, y nos equivocamos.
La vida es un préstamo, y sea quien sea el que mueve los hilos, llamémosle en este caso hazar, casualidad, suerte, etc., no tiene en cuenta nuestros deseos ni nuestras necesidades. Cuando lo considera oportuno, y sin previo aviso en muchos casos, cancela el contrato.
El sábado canceló tu contrato de forma violenta, inesperada, dolorosa y absurda.
Cada fin de semana llegan noticias de motoristas muertos en la carretera, pero este sábado eras tú, María. Eras tú.
Esta vez el accidente no era anónimo para nosotros. Eras tú.
Tu nombre, tu rostro, tu sonrisa, tu gracia, tu juventud.
Y todo es diferente ahora. Incomprensiblemente diferente.
Tus padres, sin ti.
Tu marido herido, en un hospital y sin ti.
Tu perro, ahora durmiendo a mi lado, sin ti.
Tus amigos, sin ti.
Yo, sin ti.
Leí una vez que los dioses los eligen jóvenes. Sin duda tuvieron celos de tu vida plena, tu belleza, tu amor y tu alegría y te quisieron para sí.
Amanecer cada día y seguir vivos entre todos los peligros que nos acechan es un milagro. Tus milagros diarios terminaron el sábado, María.
No te olvidaremos con facilidad. El fulgor de tus verdes ojos y tu sonrisa nos seguirá deslumbrando cada vez que pensemos en ti.
Un beso, donde quiera que te encuentres.
Lola